sábado, 23 de abril de 2011

La insoportable levedad del ser

de Milan Kundera*

Miraba a través del patio la sucia pared y se daba cuenta de que no sabía si se trataba de histeria o de amor. Y le dio pena que, en una situación como aquélla, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento más hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte).
Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera qué quería: El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. ¿ Es mejor estar con Teresa o quedarse solo ?
No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro. «Einmal ist keinmal», repite Tomás para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto.

*Milan Kundera (Checoslovaquia, 1929)

jueves, 4 de noviembre de 2010

"Walk the line"



"Si un camión lo atropellara y estuviera muriéndose... y tuviera tiempo de cantar una canción para que lo recordaran antes de morirse... una canción para que Dios supiera lo que siente sobre el tiempo que pasó aquí en la tierra... una canción que lo resumiera a usted... ¿Esa es la canción que cantaría? [...] ¿O cantaría algo diferente?...Algo real, algo que usted sintió [...] Esa es la clase de canción que salva a la gente. No tiene nada que ver con creer en Dios, Sr. Cash. Tiene que ver con creer en usted mismo [...]"

Productor musical a Johnny Cash en WALK THE LINE (2005)

lunes, 26 de julio de 2010

Algo

Alejandra Pizarnik*

noche que te vas

dame la mano

obra de ángel bullente
los días se suicidan

¿por qué?

noche que te vas
buenas noches

*Alejandra Pizarnik (1936-1972) Poetisa argentina


jueves, 17 de junio de 2010

"Gracias por el Fuego"

Mario Benedetti *

(...) ¿Por qué me siento tan vacío, tan desposeído, tan incapaz de dar ánimo? Mamá poca cosa, pobre cosa, ¿se le habrá puesto entre ceja y ceja morirse así, de una sola vez? ¿Y yo? ¿Qué pasa conmigo? Mamá, no tengo comentarios ni defensa, ni excusas, no tengo nada que decir. Ella en cambio dice: Sufro. Y su sufrimiento, porque me hiere, me da una horrible inseguridad. Es sin duda una derrota idéntica a tantas otras, pero en este caso es Mi Derrota, porque cuando mamá cierra desesperadamente los ojos y mueve los labios en esa mueca, en esa nunca resignada crispación de dolor, siento que también hay algo en mí que hace una mueca sin resgnación, que algo en mí crispa contra Nada, porque Dios y Destino y Materialismo Diálectico son meros slogans que lanzaron Abraham y Splenger y Marx, no precisamente para formarnos o transformarnos o conformarnos, sino para hacernos olvidar las únicas metas razonables y obligatorias, verbigracia el suicidio o la locura. Yo mismo me estoy acordando de tales objetivos y veo clarísimamente mi propia oscuridad, pero demasiado sé, porque la historia se repite, que dentro de un rato también me habré olvidado y creeré que vale la pena vivir y ser cuerdo (...)


*Mario Orlando Hardi Hamlet Breno Benedetti Farrugia (1920-2009) Escritor y poeta uruguayo

domingo, 16 de mayo de 2010

"Buenos Aires, paraíso de la tierra"

Roberto Arlt*


A ninguno de los ciudadanos que por la mañana despiertan en esta ciudad y miran por el visillo el humor que muestra la cara del cielo, se les ocurre pensar que habitan en uno de los pocos oasis de la tierra. Es decir, del planeta redondo.
No; no se les ocurre.
Es tan natural despertarse sosegadamente, mirar el reloj, entrar al cuarto de baño, salir, tomar el café con leche, lanzarse a la calle y subir a un tranvía, que semejante rutina hace exclamar, a más de uno, estas palabras disconformes:
- ¡Que vida aburrida la de esta ciudad!
Las únicas ruinas que el habitante encuentra al paso son las promovidas por las piquetas de los subalternos del intendente. El intendente, sea dicho entre paréntesis, parece regocijadamente dispuesto a tirar abajo la ciudad. Por momentos le recuerda a uno de esos funcionarios de las novelas de Anatole France, cuya actividad extemporánea pone de patas para arriba las administraciones más cristalizadas en una deliciosa rutina.
Las ruinas producidas por los subalternos del intendente son los únicos espectáculos catastróficos que salen al paso del habitante de esta ciudad.
Luego paz. La paz muslímica. El peligro en los volantes de los colectivos. Luego la paz. La paz de la noria. La paz del villorrio campesino.
El aficionado a las emociones fuertes tiene que entrar al cine. Ver pasar ante sus ojos los informativos. O leerse las revistas. O examinar las fotografías que publican las revistas. Por supuesto, fotografías de las ciudades extranjeras. Europeas. Un anciano que entra con su nietecito a una farmacia a comprar una careta contra los gases. El nietecito que se prueba la careta, el anciano que sonríe al modo de los ancianos de Cimabue. ¡Gracioso y sumamente edificante!
O una señorita piloteando una motocicleta con doble juego de ametralladoras. O la reina Guillermina leyendo su mensaje al Parlamento: "Para salvar la espiritualidad necesitamos armarnos". O una anciana arrojándose desde un avión en paracaídas y recibiendo las felicitaciones de un cónclave de octogenarios. O un párvulo, mejor dicho una cuadrilla de párvulos despanzurrando a una imaginaria brigada de párvulos enemigos. O una ciudad - esto no es imaginación - hecha materialmente trizas en sus estructuras, después del paseo punitivo de una escuadrilla de aviones enemigos. O un buque de carga tumbado sobre su línea de flotación. O multitudes cargadas de colchones, cacerolas, almohadas, cestos, huyendo de las cortinas de la muerte que avanza.
¿Cuantas formas distintas ha revestido la muerte en las ciudades de Europa hoy?
¿Existe un hombre, un hombre que hoy se haya molestado en calcular cuantos hombres, cuantas mujeres, cuantos niños perecen de muerte violenta, hechos añicos por las bombas, por desplomes, por las granadas, o destrozados por los gases, por los fusilamientos, por el hambre, y por las pestes? ¿Existe un hombre que hoy tenga el coraje de decir: " Vivimos en una de las etapas más acabadas de la cultura científica, asistimos criminalmente impasibles, diariamente, al asesinato cruel de millares de seres humanos inocentes de toda culpabilidad, y nos cruzamos de brazos"?
No existe ese hombre, ni existe ese calculista.
Insisto: vivimos en uno de los escasos oasis del planeta.
La muerte se pasea en Europa y en Oriente con una agresividad de la cual no se guarda memoria en ningún momento de la historia. Las que llamamos etapas bárbaras de la vida de la humanidad son episódicas deflagraciones comparadas con esta feroz asiduidad con que Europa y Oriente se preparan para la carnicería, cuyos estallidos presentes revisten una ferocidad terrorífica, no imaginada por ningún novelista.
Hace veinte años combatían los ejércitos. Hoy, con toda naturalidad, se anuncia que una ciudad será barrida de la superficie de la tierra, con todo aquello que contiene, vivo y muerto. Grande y pequeño. Y la ciudad es barrida, y algunas 24 horas más tarde, los noticiarios se exhiben en todos los cinematógrafos del planeta.
Insisto:
Vivimos en uno de los oasis de la Tierra. Quizá en el mismo Paraíso.
Sabemos que despertaremos en el mismo lecho donde nos tendemos a cerrar los ojos. EL HOMBRE DE EUROPA sabe donde se acuesta a dormir, más no sabe donde despertará. Y si despertará. La muerte, las mil formas técnicas de la muerte violenta están suspendidas sobre su cabeza. Cada día, una espada invisible muerde más y más la cutícula de aquel hilo que sostiene la espada sobre su cabeza. Espada que es la granada, la bomba aérea monstruo, la nube de gases, la lluvia de veneno, la atmósfera de las cortinas bacteriológicas.
Cada país de Europa es hoy un vasto presidio donde las multitudes prensadas entre murallas de cemento preparan a tres turnos, bajo la vigilancia de sus carceleros, los mecanismos que en un momento dado echarán a funcionar para desparramar la muerte y la locura.
Europa trabaja a tres turnos en el preparativo de su suicidio. Tres turnos vertiginosos y cada vez más acelerados. Hay prisa por acercarse a los confines de la muerte definitiva.
Aquí en Buenos Aires, despertamos desahogadamente y nuestra única preocupación es correr el visillo para mirar a través de los cristales el humor que muestra la cara del cielo.
¡ Y nos consideramos desdichados!

"Tiempos presentes"
Diario El Mundo
24 de setiembre de 1937
El paisaje en las nubes, Crónicas en El Mundo 1937-1942, Fondo de Cultura Económica, 2009

*
Roberto Godofredo Christophersen Arlt (1900-1942) Escritor argentino.

jueves, 22 de abril de 2010

"Noches Blancas"

Fiódor Dostoyevski*

¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario... ¡Dios mío! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?

*Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (Rusia, 1821-1881) Escritor, novelista.